Arte y Espectáculos

“Vrutos”, cine dramático social, premiado y cooperativo, se verá en Mar del Plata

La película se proyectará este viernes, por primera vez en la ciudad, tras haber ganado dos premios en el Bafici. La violencia sin sentido y el miedo de criar un hijo en ese contexto son los temas de esta obra autogestiva.

La película argentina “Vrutos” llega a Mar del Plata en carácter de estreno este viernes. La obra del realizador Miguel Bou se proyectará a las 18, con entrada gratuita en el Museo MAR. El público tendrá la posibilidad de participar de una charla con Bou y el director de fotografía del filme protagonizado por un elenco conocido por la recordada “Okupas”: Dante Mastropierro, Diego Alonso y Fernando Tirri.

En “Vrutos”, el director captura la esencia cruda del barrio de Lugano, pero también se sumerge en las profundidades de las relaciones humanas marcadas por la lucha de clases, la amistad y la violencia cotidiana.

Antes de su llegada para presentar el filme ganador como mejor largometraje y mejor dirección en la última edición del Bafici, desgranó en una charla con LA CAPITAL las temáticas de su “cine dramático social”, las decisiones estéticas en función del mensaje, la atmósfera opresiva en la que se desarrolla la historia y cómo fue posible concretar el filme de manera totalmente autogestiva.

– La temática central de “Vrutos” es la violencia. ¿La violencia te llevó a la historia –de Brian, Marcelo, El Negro– o la historia a la violencia?

– Cada una de mis películas, se puede decir que tiene una palabra central que la describe. En este caso, la genética es la violencia, pero la violencia sin sentido, sin un gran motivo, como una pelea que se genera por una mala mirada y esto termina con muertos y presos. La violencia me llevó a la historia. Me había quedado en el tintero hacer una película violenta, contando esta violencia gratis y sentí que era el momento. Desarrollando el guion, aparecieron Brian y Marcelo, que son padre e hijo en la película, que retrata también lo difícil que es criar un hijo en una sociedad violenta y los miedos que les trae a los padres y familiares.

Una estética opresiva

– ¿Rodar en blanco y negro fue más que una decisión estética, de género? ¿Tiene que ver con contar la atmósfera opresiva? ¿Con esa sensación de tragedia? ¿Con el mensaje?

– El blanco y negro es algo que siempre me gustó y sentí que este era el momento de usarlo, ya que la película es cruda, violenta y acompañaba muy bien la estética. Además, filmamos en Lugano 1 y 2, que es un barrio de monoblocks imponentes. Haciendo unas fotos en el barrio para ver los colores, sentimos junto al DF –director de fotografía– que quedaba mucho mejor visualmente en blanco y negro, además de acompañar el drama de la historia.

– La película rompe con los estereotipos o las dicotomías de bueno-malo. ¿Cómo fuiste pensando y desarrollando la construcción de los personajes?

– Creo que sí. Yo lo que trato de hacer en este cine es equiparar las culpas y siempre en general son todos malos. Por ejemplo, en una situación de un robo, el ladrón es malo, pero yo hago que el policía sea corrupto y que también sea malo.

Entonces, cada espectador se va a poner del lado que le convenga o según las cosas que cada persona vivió. Siempre trato de equiparar las culpas para que no haya como un malo real y un bueno real, sino que todos tengan su parte de maldad y que cada uno mientras ve la película elija de qué lado poner lo que va sintiendo. También hago esto de que sea como una cámara testigo y no influir tanto, para generar sensaciones en el espectador.

En “Vrutos”, una de las líneas principales es la pelea de una banda de chicos de clase baja que juegan al fútbol contra una banda de chicos de clase más alta que juegan al rugby. Empieza todo por una simple mirada y se termina armando un espiral de violencia y yo lo que hago, justamente, es eso de que los dos tengan una parte de maldad. Algunos de los espectadores se van a poner de un lado y otros del otro.

– ¿Hay una construcción del barrio como un personaje más?

– Sí, la construcción del barrio como un personaje más es real, sentimos que pasa eso con este tipo de barrios de monoblocks, como también pasa en algunas villas. Es un personaje más porque se ve realmente cómo la gente vive encerrada ahí en una especie de submundo, en otro mundo, les cuesta mucho salir del barrio y el barrio tiene todo, colegio, club. También tratamos de que no aparezca la policía en el barrio, el barrio se regula solo, como pasa realmente en un montón de villas.

Hoy en día, Lugano 1 y 2 es un barrio que está supertranquilo, iluminado, cuidado, pero en la mentalidad de la gente se lo sigue viendo como un barrio peligroso y para nosotros, para esta historia, funcionaba perfecto. El barrio es como un personaje más que llama mucho la atención en la película porque se ven siempre las paredes de fondo, estos monoblocks gigantes, que generan esa asfixia y un montón de sensaciones.

“Cine dramático social”

– Esta película en particular, y tu cine en general, es social…

– Totalmente, mi cine es un cine social. Hago dramas sociales. Hice cinco películas y en las cinco toco estas problemáticas sociales. En una hablé de la discriminación; en otra, de la delincuencia; en otra, de las adicciones; en otra hablé de distintos tipos de abuso. En esta última película estoy hablando de la violencia y el plan es que la gente las vea y las mastique, que las puedan analizar, que mucha gente tome conciencia. En esta película pasa que muchos chicos la ven y dicen: “Cuántas veces me peleé sin sentido y podía haber terminado mal, le podía haber traído un problema en mi casa, a mis padres”. Me pasa también que la ven muchos padres y se identifican con eso. Y cada vez que mi hijo se va a bailar, yo me quedo en vela asustado, esperando que vuelva sano.

La gente por suerte se identifica y depende la edad, si tienen hijos o no, depende la clase social, van sintiendo distintas cosas, pero sí hago totalmente un cine social, dramático. El plan es intentar, en mi próxima película, salir un poco de acá, tengo ganas de hacer cosas nuevas.

– ¿Cómo fue posible –desde el financiamiento, desde los recursos– llegar a estrenar la película?

– A nivel financiamiento, no pedimos plata, no tenemos créditos del Incaa. Nos autoprodujimos, yo, que estudié cine, y mis amigos. Todos tienen algo, algunos tienen luces, otros tienen cámara y demás, y armamos una especie de cooperativa y filmamos, como quien diría, barato.

La filmamos muy rápido, en 12 días. Los de rodaje son los días en los que uno realmente gasta plata. Es realmente una locura a nivel tiempo, hicimos un trabajo interesante de preproducción para tener todo superaceitado en los momentos en que teníamos que filmar y filmar rápido sin perder plata, ni tiempo ni nada. Por suerte, quedó bien y cumplimos el objetivo.

Mis primeras películas fueron supercaseras y realmente no gastaba nada. En esta última se gastó un poco más. Tenemos la chance de venderla por ahora en festivales, pero el plan final sería venderla a alguna plataforma y recuperar plata para poder firmar otra, porque realmente ahora la situación está muy grave, hoy en día está muy caro todo. Filmar está realmente muy caro.

Te puede interesar

Cargando...
Cargando...
Cargando...